Las raíces de la lucha: un día que nació del fuego, el 8 de marzo no surgió de la nada. Sus raíces están en las fábricas, en las calles y en las voces de mujeres que se atrevieron a exigir lo que les correspondía.
En 1908, un grupo de obreras textiles en Nueva York salió a las calles para demandar mejores condiciones laborales: una jornada de 8 horas, el fin del trabajo infantil y el derecho al voto. Mientras tanto, 129 mujeres permanecieron dentro de la fábrica Cotton en protesta. La respuesta fue brutal: el incendio provocado por los dueños y la policía acabó con sus vidas. Este acto de violencia no apagó la lucha, sino que encendió una llama que se propagó por el mundo.
Dos años después, en la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas en Copenhague, Clara Zetkin propuso la creación de un día internacional para visibilizar la lucha por los derechos de las mujeres. Décadas más tarde, en 1975, la ONU lo oficializó como el Día Internacional de la Mujer, consolidándolo como un símbolo de resistencia y avance.
Pero el 8M no es una fecha del pasado, ni una celebración. Es un acto de memoria y un recordatorio de todo lo que aún falta por transformar. Gracias a las mujeres que desafiaron las normas, hoy tenemos derechos que antes parecían inalcanzables: voto, educación, autonomía sobre nuestros cuerpos y representación en espacios de poder. Sin embargo, la lucha sigue, porque la desigualdad persiste.
Hoy, la brecha de género sigue presente en múltiples ámbitos, especialmente en la ciencia y la tecnología, donde las mujeres han sido históricamente invisibilizadas. Desde Ada Lovelace, pionera de la programación, hasta las ingenieras que hicieron posible la llegada a la Luna, las mujeres han dejado una huella imborrable en la innovación. Aun así, el acceso y crecimiento profesional en STEM sigue siendo desigual, y romper esas barreras es una tarea urgente.
La igualdad no es un ideal lejano, sino una responsabilidad compartida. No basta con conmemorar el 8M: hay que actuar. Y esa acción comienza en cada espacio, en cada empresa, en cada decisión que tomamos.
Por eso, construir un entorno laboral más justo es tarea de todas y todos. Ser un aliado implica tomar acciones concretas en el día a día. Te compartimos algunas formas en las que puedes contribuir activamente a la igualdad en tu entorno de trabajo. Porque cada gesto, por pequeño que parezca, suma en el camino hacia un futuro más equitativo.